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lunes, 23 de noviembre de 2020

“La maldición de Hill House” por Shirley Jackson



 Y ya para cerrar el ciclo de lecturas “terroríficas”, pensaba hacerlo con este libro del que tenía altas expectativas, ya que había visto en Netflix la serie basada en él, la cual me puso la piel “chinita” en más de una ocasión, ya que manejan como dirían en Monsters inc.: “Sustos que dan gusto”. Sin embargo, parece que lo único que tomó la serie del libro fue el título y la mansión… porque de ahí en fuera, no encontré similitudes.

John Montague era un doctor en filosofía que se había especializado en la investigación y análisis de manifestaciones “sobrenaturales”, por lo que cuando se enteró de la existencia de “Hill House”, una de las casas más embrujadas del país, no lo pensó dos veces y la rentó durante 3 meses con la finalidad de conformar un equipo de gente interesada en el tema, que quisiera realizar una investigación de campo para posteriormente documentar sus hallazgos. Para ello, buscó candidatos en sociedades de estudios psíquicos, e investigó sobre personas que hubieran estado involucradas en este tipo de manifestaciones. Eligió una docena de posibles candidatos, a los cuales les envío una invitación para asistir a esas peculiares “vacaciones”, de los cuales respondieron 4 y finalmente se presentaron 2.

Una de ellas fue Eleanor, de 32 años, quien se quejaba de tener una vida monótona, ya que se había encargado desde muy joven de cuidar a su mamá hasta el día de su muerte. Apareció en la lista del doctor Montague por una serie de fenómenos que habían ocurrido en su casa cuando tenía 12 años. Para Eleanor, esta era la oportunidad de hacer algo “diferente” y no la iba a desaprovechar.

La otra interesada en la investigación fue Theodora, quien adivinó 19 de 20 cartas Zener (que son unas tarjetas o naipes diseñados para ser utilizados en experimentos de percepción extrasensorial o clarividencia), y por lo tanto fue elegida por el doctor Montague por sus “habilidades”.

El último de los invitados a la casa fue Luke Sanderson, quien era sobrino de la dueña de Hill House, y según su familia, era un bueno para nada, mentiroso y ladronzuelo. Una condición que los abogados de los Sanderson impusieron al doctor Montague para rentarle la casa, era que un familiar estuviera presente para supervisar sus acciones, así que Luke fue el elegido porque de esa manera se libraba su familia un rato de él. El doctor aceptó el trato, y con ello, serían entonces 4 las personas que emprenderían la singular hazaña.

El Sr. y la Sra. Dudley, eran los caseros malhumorados de la mansión y fueron los encargados de recibir a los inquilinos. Sólo trabajaban en Hill House durante el día, ya que en cuanto obscurecía, se retiraban a su casa. Ellos vivían en Hillsdale, el pueblo más cercano a la mansión y que se ubicaba a 10 kilómetros, por lo que la Sra. Dudley les recordaba cual letanía a los visitantes, que si “algo” llegaba a pasar en la noche, no habría nadie cerca para ayudarlos, así que “bajo advertencia no había engaño”.

Una vez instalados, Eleanore, Theodora y Luke le pidieron al doctor que les contara sobre la historia de la mansión. Éste les explicó que la razón por la que se rumoraba que Hill House estaba “embrujada”, se debía a que hace muchos años, se había presentado una disputa de la propiedad entre las 2 hijas del dueño original y la dama de compañía de una de ellas, provocando hasta problemas legales. A partir de esos acontecimientos, la casa no lograba estar habitada por mucho tiempo, por lo que su trabajo consistiría en recaudar evidencias que soportaran la teoría popular de que estaba “embrujada”, o en su caso, encontrar las razones por las que la gente no prolongaba su estancia en ella…

En la historia sí se mencionan fenómenos paranormales que se fueron presentando en la casa, pero insisto, nada que ver como lo que se muestra en la serie, y aunque he reflexionado sobre si mi calificación hubiera sido diferente si hubiera leído primero el libro, es un NO ROTUNDO, ya que en mi escala subjetiva terrorífica, no me provocó ni miedo, ni ansiedad, ni nada…

Mi calificación subjetiva:



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